A lo lejos

Desde la lejanía lo observaba. Tímidamente mis ojos se dirigían hasta su figura apoyada en la muralla de la escuela. Oscuro y peligroso, hasta con un tinte misterioso, no realizaba una mayor demostración de preocupación por el entorno que lo rodeaba.

Poseedor de un hermoso cabello castaño largo, ojos color chocolate y piel pálida, sus lentes no eran impedimento alguno para restar puntos a su atractivo tenebroso.

Sin escuchar su voz, sin saber su nombre, lo único que se me ofrecía a la vista era extrañamente verlo por alguno de los pasillos, solitario y silencioso, en su mundo de fantasmas y gritos guturales, no prestaba atención a lo su entorno ofrecía.

Rara vez sus ojos vagaban a otro lado que no fuera su frente; de las veces que miraba hacia los pisos inferiores, podía apreciar desde la superioridad de los pisos superiores, su perfil, rudo y serio como él solo, no tan agraciado pero sí cautivante. Quizás agresivo. Así era él.

¿Qué sabía de ese hombre? Nada. ¿Qué posibilidad hay de conocerlo? Ninguna.
¿Cómo era posible que un ser que no conoces y no sabes cuáles son aunque sea sus mínimos sentimientos se clave de forma tan fuerte en tu corazón y mente?